Spanish

ORACIÓN QUEJUMBROSA

(Nyűgös imádság)

Chúpame la médula de mis huesos
estira mis venas como cuerda
arráncame las uñas, sácame
uno a uno los cabellos
quítame la fuerza, que me revuelque
como bebé baboso
que me muerda el mal en la carne
que cuelga
cual una vacía bolsa
que me seques el cerebro
hasta que resuene
en la cabeza como guijarro
desármame y ármame
pero ocúpame de mí
sólo de mí,
Dios mío.

DOS MÉTODOS

(Két módszer)

A Étienne Pressager

Si quieres liberar de un tronco
la única estatua agazapada dentro,
hay un método lento y otro rápido
artificial el primero, orgánico el segundo

Corta el jugoso tronco con una sierra
y sécalo por años bajo el techo
quítale los nudos rajados
descáscaralo, y pártelo
en astillas macizas, plásmalo según la forma deseada,
luego, con formones y cuchillas finas,
saca de su superficie
docenas de estatuas eventuales y
menudas, cada vez más, y entonces, tras haber pulido
miles de estatuas microscópicas,
obtendrás el fruto esbelto,
de tacto agradable, de tu trabajo

O mejor haz una hoguera en el jardín,
échale el leño
que arderá con llamas languidecientes, luego mortecinas,
y con un poco de suerte al día siguiente
encontrarás entre cenizas
la forma carbonizada, definitiva
aterciopelada, negra

Traducción de László Scholz

EL VIUDO DEL POETA

A mi memoria

Soy el viudo del poeta
Recaudo para coronas y lloro
en mi tintero
la vena se congeló
organizo conmemoraciones
festividades y placas de mármol
discursos lecturas
actuaciones
actividades variadas
ya no tengo para más
pues ya soy
sólo el viudo del poeta

MUJER, GOLPEADA

Con bragueta abierta, con boca llena
abrió la puerta el vecino
y bien, qué se le ofrece,
pero para entonces ya yo sabía: nada
en realidad, tartamudeando
alguna tontería enorme, eso es seguro,
continué mi camino descendiendo,
pero apenas sonó el portazo,
oí, algo más también
golpeó, luego lamentos en
voz aguda de mujer gritos como
para calmar o para excitar,
ruidos masculinos no hubo, si es
que no contamos por ello los golpes, una
paliza sencilla, una de tantas,
y allí estaba yo, elucubrando como
a quien le enyesan el cuello,
y si le pegan ahora, no le duele,
pero asombra, como si
se desmoronara en pedazos
el yeso que es ajeno
grandioso, desde cuándo
llegué a ser tan poca cosa, por qué
veo frente a mí esa espalda maciza,
mandíbula apretada,
cara tensa, por qué, tras la puerta
en ese otro cuerpo
es a mí a quien machacan, y por qué
me petrifica como si fuera yo el golpeado,
el que así se traten unos a otros,
los humanos.

Tradución del húngaro por María T. Reyes y Georges Ferdinandy